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Violencia de genero en adolescentes

Revisión de la literatura sobre la violencia de género

Las normas de género -aprendidas durante la infancia y reforzadas por las interacciones familiares y comunitarias- perpetúan los desequilibrios de poder basados en el género. Al igual que la violencia contra las mujeres, la violencia infantil tiene sus raíces en una dinámica de poder desigual y puede verse afectada por normas de género no equitativas. Sin embargo, aunque la violencia contra las mujeres y la violencia contra los niños comparten factores de riesgo que se solapan, los investigadores del estudio Gender and Adolescence: Global Evidence (GAGE) han reconocido la necesidad de investigar más sobre el papel de las normas de género en las experiencias de violencia infantil, específicamente. Utilizando los datos del estudio GAGE, este documento explora cómo las actitudes de los adolescentes y de los hogares y las normas de género a nivel comunitario influyen en las experiencias de violencia entre los jóvenes adolescentes de Etiopía.

GAGE realiza un seguimiento de 20.000 adolescentes y sus cuidadores en seis países durante nueve años (2015-2024), utilizando métodos de investigación cualitativos y cuantitativos para comprender mejor lo que funciona para apoyar el desarrollo de las capacidades de los adolescentes. Este documento, como parte del estudio más amplio de GAGE, se centra en los papeles del poder, el género y las normas sociales dentro de un contexto de múltiples relaciones que interactúan entre diferentes dominios. El marco conceptual de GAGE (véanse los resúmenes relacionados, más abajo) se basa en el modelo socioecológico y explora los factores que afectan a los resultados sociales y de salud de los adolescentes, incluido el papel de las actitudes de los padres y las normas de la comunidad en la configuración de las capacidades de los adolescentes y el bienestar en general.

En un esfuerzo por prevenir la victimización sexual y la miríada de consecuencias negativas para la salud física y mental de la violencia sexual, como el traumatismo en la vía genital, la exposición a infecciones de transmisión sexual, el embarazo no planificado, la depresión, el trastorno de estrés postraumático y la ansiedad (Ackard y Neumark-Sztainer, 2002; OMS, 2002), se han puesto en marcha en Estados Unidos varios programas de prevención patrocinados por escuelas y comunidades. Muchos programas se dirigen a adolescentes de ambos sexos de distintas edades y utilizan diversas modalidades, como la educación general sobre la violencia sexual, las producciones teatrales, los concursos de carteles y la participación en actividades comunitarias. Además, también se han desarrollado programas de género mixto que utilizan modalidades similares.

A pesar de los grandes avances que se han hecho en la comprensión de la violencia sexual en las relaciones de noviazgo y de amistad entre adolescentes, la investigación futura, la práctica clínica y los esfuerzos de promoción deben seguir abordando las áreas en las que los datos son escasos y la comprensión limitada. Una laguna notable en la literatura científica es la limitada inclusión de personas de diversos orígenes raciales y étnicos en las poblaciones de muestra. Además, no se ha prestado suficiente atención a la perpetración de la violencia sexual, incluidos los factores que facilitan o impiden la decisión de un hombre de perpetrar la violencia sexual mediante tácticas coercitivas o agresivas. Además, las limitaciones de los estudios existentes, incluidos los sesgos de muestreo y las incoherencias conceptuales, reducen la capacidad de generalizar los resultados entre las poblaciones. Por último, los programas de intervención que se muestran prometedores en la reducción de la violencia sexual entre los adolescentes deben ser investigados y documentados a fondo para que los futuros investigadores, clínicos y defensores de la salud puedan replicar los programas modelo (Foshee et al., 1998; Foshee et al., 2000).

La violencia de género (VG) es un problema mundial de salud y derechos humanos con determinantes individuales y sociales. Los jóvenes se consideran de alto riesgo; las influencias nacionales incluyen normas, políticas y prácticas. Por edad, nación y región, contrastamos los indicadores clave de la violencia de género, específicamente la violencia de pareja (IPV) y el inicio sexual forzado entre las mujeres adolescentes y adultas jóvenes utilizando las Encuestas Demográficas y de Salud en los países de ingresos bajos y medios.

Se generaron estimaciones de prevalencia nacional entre adolescentes (15-19 años) y adultos jóvenes (20-24 años) para la VPI física y sexual a lo largo de la vida y en el último año entre mujeres alguna vez casadas/convivientes (30 naciones) y el inicio sexual forzado entre mujeres con experiencia sexual (17 naciones). Los meta-análisis proporcionaron estimaciones regionales y comparaciones transnacionales, y compararon la prevalencia de la VPI en el último año entre las adolescentes y las jóvenes adultas con las mujeres adultas.

Se estima que el 28% de las adolescentes y el 29% de las jóvenes adultas declararon haber sufrido violencia física o sexual en algún momento de su vida, con mayor prevalencia en la región de África oriental y meridional. En general, las mujeres adultas jóvenes mostraron un mayor riesgo de violencia sexual en el último año en relación con las mujeres adultas (razón de momios del meta-análisis, 1,20; intervalo de confianza del 95%, 1,10-1,37) y las adolescentes tuvieron un riesgo comparable (razón de momios del meta-análisis, 1,07; intervalo de confianza del 95%, 0,91-1,23). La iniciación sexual forzada se estimó en un 12% en general, siendo la más alta en la región de África oriental y meridional.